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Lo que viejo no te contó: Brasileños maldijeron a golero en “Maracanazo”

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Moacir Barbosa se llamaba el arquero de Brasil en aquel “Maracanazo” del 50, que por haber recibido dos goles contra Uruguay fue sentenciado a sufrir el resto de su vida. El segundo tanto charrúa (de Ghiggia, un disparo cruzado, lento y manso) lo recordaría siempre.

“Llegué a tocarla y creí que la había desviado al tiro de esquina, pero el estadio quedó en silencio y me tuve que armar de valor para mirar hacia atrás. Cuando me di cuenta de que la pelota estaba dentro del arco, un frío paralizante recorrió todo mi cuerpo y sentí de inmediato la mirada de todo el estadio sobre mí”, recordaría con el tiempo, ya como villano de la película.El moreno golero (jugaba en Vasco da Gama) era sereno, incluso en los momentos más difíciles de su vida; temerario dentro de los campos de fútbol, agudo como pocos en sus comentarios. Barbosa pensó que las agresiones y los insultos pararían en unas semanas. Pero se equivocó. Pasaron meses, años y los fanáticos continuaban esperándolo a la salida de su casa para repetirle, cada vez con mayor sorna, el gesto y la agresión por su error en ese partido.Una señora en un mercado lo señaló para que su hijo de cinco años supiera que él había sido el hombre que hizo llorar a todo un país (Brasil), a los viejos que llenaron el Maracaná aquella tarde, a las mujeres que lo humillaron, a los periodistas que lo criticaron y a los políticos que lo olvidaron.Durante sus últimos años trabajó como cuidador del césped del Maracaná. Alguien reveló que se llevó a su casa los arcos que habían instalado antes del Mundial del 50. Habrá recordado, habrá maldecido, llorado, insultado. Nunca el fútbol fue tan cruel con un ser humano. 

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