Festeja poradelantado

la felicidad que advirtió en la práctica de ayer en el Estadio Nacional hoy debe transformarla en goles, esos goles que nos clasifiquen a un Mundial después de 36 años entre caídas y más caídas. Jefferson Farfán tendrá que saldar sus cuentas esta noche. Sin Paolo Guerrero -su entrañable amigo- en el once finalista, la “Foquita” tomó la posición del “Depredador” en Nueva Zelanda pero no alcanzó su mejor rendimiento.

Pero como el fútbol siempre ofrece revanchas, pues le llegó la hora de brillar por todo lo alto. Será reposicionado por obligación y por la presencia de Raúl Ruidíaz. Jugará como el segundo punta e incluso por momento podrá retroceder, buscar la pelota y avanzar como tantas veces, con esa fuerza capaz de tirarse abajo cualquier muralla.

El Mundial es la obsesión de Farfán y de toda la selección. Pero primera hoy existe la obligación de ganar.