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Sus pelotas no están de adorno

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Los  minutos corrían, los insultos desde las graderías aumentaban y la sensación de impotencia se apoderaba de un Gustavo Costas que saltaba de un lugar  a otro  sin encontrar  respuestas.

¿El motivo? El pedido a viva voz de todo un pueblo que suplicaba el cambio inmediato de un capitán que dejó todo en el campo  por  la camiseta blanquiazul y que  para muchos debería guardar en el baúl de los recuerdos.Y  es que Juan Jayo no fue aquel “Pulpo” de años atrás que imponía el orden y la marca en la mitad de cancha victoriana. Por ello, el estratega íntimo se tragaba esa bronca llena de agravios.Sin embargo, cuando el equipo empató el técnico aliancista comenzó a encarar  con duros calificativos a esos hinchas  sin nombre y apellido que juzgaron su planteamiento y al referente que protegió como un padre.

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