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Y cayó del cielo

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En su clóset personal no hay capas, escudos ni antifaces multicolores, pero el pueblo ávido de triunfos lo identifica como el héroe que convertirá la cotidianidad del mundo en excentricidad absoluta.

Paolo Guerrero no es de otro planeta, es de carne y hueso como cualquier mortal, sin embargo, hoy más de 30 millones de peruanos en sus casas y centros de labores, lo tienen en un pedestal superior, lo miran como el modelo de hombre a seguir por el temperamento con que pone a prueba sus conocimientos dentro de un campo de fútbol.

Y en este país que está haciendo camino al andar, sus dos golazos a Paraguay cayeron como del cielo para susurrarnos al oído que el éxito siempre es posible cuando se le confecciona con el corazón y si fuera necesario, derramando sangre, sudor y lágrimas.Al día siguiente de descubrir su noble corazón visitando a Romina, la pequeña niña cuadripléjica, el “Depredador” fue muy solicitado en la Videna, donde realizó su segundo entrenamiento de cara al duelo con Chile.

Los vecinos que tienen el privilegio de observarlos, pero no tocarlos, desde los techos valiéndose de sogas hicieron llegar camisetas, casacas y hasta conejos de peluche para que el ídolo les ponga su sello personal. Más de uno le gritó que ponga de rodillas a los chilenos lo que generó su pícara sonrisa.

En el hipódromo encontró la distracción, pero en horas de la tarde se rindió ante los ojos de Dios que lo está utilizando para llevar alegría a todo el Perú.l

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