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Calderón murió en la plenitud de sus sueños

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Marcos Calderón había cumplido 66 años en el momento de la tragedia del Fokker. Regresó a Alianza Lima con el sueño de devolver al equipo íntimo su jerarquía de antaño. Unos días antes del partido en Pucallpa, declaró al final de la práctica en Matute: “Hemos hecho una verdadera familia  con todos los jugadores, eso es lo primero que he conseguido: que se integren.

Que todos comprendan que el fútbol  es algo colectivo. Y nada o muy poco se consigue cuando no hay unidad”, decía con sobriedad a la prensa.

Eso lo sabía el “Chueco” por su experiencia, por su peregrinar por equipos peruanos como Arica, Sport Boys,  la “U”, Cristal, Alianza Lima y en el extranjero (Venezuela y Ecuador).

Marcos se inició como jugador en el Boys en la década de los 50. No era titular, pero era un suplente que cuando ingresaba al campo se hacía respetar. En 1955 acabó su carrera de futbolista y se dedicó a entrenar. Y debuta con el buzo en su club querido, el Boys. En 1961, la FPF le dio la responsabilidad  de dirigir a la selección para el mundial de Chile, donde no pudo lograr el objetivo final.

Por el año 68 llega a la “U” y logra llevarla a la Copa Libertadores. En menos de 48 horas le ganó a River Plate y a Racing. Desde ese momento todo fue suma para Calderón. Llegó a acumular 12 clasificaciones a Copas Libertadores.

Y en 1975 nos hizo ganar el título sudamericano. Pero el éxito cumbre en su carrera se dio en 1977 cuando logró el desafío de clasificar a Perú al Mundial de Argentina 78. Nunca se podrá olvidar ese empate que se conquistó en Santiago. 

Iban adelante los chilenos en el marcador, pero en una acción de lujo apareció J.J. Muñante y pone la igualdad histórica que a la postre nos permitió la clasificación.

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