¿Qué mensaje le mandarías a los seleccionados peruanos por el triunfo ante Chile?

Las lágrimas se marchaban mientras su botín izquierdo se convirtía en pañuelo. El corazón se quedaba en coma y solo el grito de guerra nos pellizcaba. Nos regresaba a la realidad. Habíamos tumbado al adversario de todo: del pasado, de “nuestro” pisco, de siempre...

Jefferson Farfán apareció a los 86 minutos -gracias a un Yoshimar Yotún que se transformó en el héroe Miguel Grau- y con segundos de eternidad nos dio una cachetada de patriotismo. De amor puro. Un gol agónico, un gol que marca un nuevo sendero de cara a Brasil 2014. Pero antes sufrimos hasta los huesos. Porque si la impotencia necesita una muestra tangible para definirse, los primeros 45 minutos  en el Nacional son una clase maestra. Como para “bruto”. Los “hombrecitos” de Jorge Sampaoli nos agarraron como piñata. Lobatón, Cruzado y Ramírez llegaron al terreno de batalla sin balas ni cañones. Ni tenedores por último. El esférico se convirtió en una bola de fuego. “Sálvese quien pueda”, parecían gritar desde las tribunas. Y es a los 9 minutos que Dios le hizo un guiño al juez Diego Abal. No cobró una falta de Fernández contra Isla en el área. Penal y cadena perpetua a un “Superman”, quien hasta ese entonces había camuflado la capa, y nos había puesto los pañales. Para nuestra suerte el argentino dijo: “Saque de meta”. En medio del dominio de los “casacas rojas” se esfumaba  una película de pánico. Peor no pudo ser. Jamás se fecundó tanta rabia, tanto miedo. Ya para la etapa complementaria, Sergio Markarián sacó los galones de “Mago” y le inyectó al equipo la pócima ganadora. De pasadita metió a un Reyna que le sacó un cabello de terco a Don “Sampa”. En medio de idas y vueltas. De esa angustia de saber que puedes vivir o morir en un santiamén, apareció Dios para cantarnos como tenor que hoy  “Somos Libres”, que por algo a la gloria le puso Perú.