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Voy por ti, compadre

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Si el corazón es crema, resiste. Si la verdadera felicidad se conoce después de sobrevivir al sufrimiento, viviste. Si Dios te preguntara hoy de qué te sientes pleno u orgulloso, le dirías... de lo que me convenciste respecto a esta vocal.

Y así es más fácil entender los 90 minutos de ayer, así es más fácil explicar por qué Guastavino decidió cambiar todo al final, cuando todo parecía estar tres metros bajo tierra. Simplemente, así es más fácil querer esta camiseta...

Universitario apeló a su carácter, a su emblema, a su código y derrotó 1-2 al Juan Aurich en patio ajeno. De pasadita, sumó 35 unidades y entró a lo más alto del campeonato. Números en azul: desde hace siete partidos no pierde, y de los cuales cinco fueron victoria.

La primera parte tuvo golpes con vuelto de ambas escuadras. Los dirigidos por Ángel Comizzo refugiaban sus esperanzas en los botines de Miguel Ximénez y Raúl Ruidíaz. Nada, siempre aparecía una pierna como “Ciclón” para alejar el peligro.

Claro, todo ello hasta el minuto 39. En ese instante Guillermo Tomasevich reveló que bajo nuestro calendario, él quiere que este año sea el del “Búfalo”. Con la zurda la cambió de palo y dejó al “Loco” Delgado con la boca chueca y los ojos en blanco.

Alegría –por ese entonces– efímera de los de Ate. A los 44’ Roberto Ovelar eliminó sus espectros y con el pie derecho la mandó entre las piernas de un José Carvallo que hasta ahora muerde su suerte. Empate... Así se marchaba la primera etapa.

La segunda mitad se resumió en uno que otro susto. Uñas caídas de tanto nervio. Técnicos sin cabellos. Jugadores con la lengua afuera. Todo ello hasta que...

Hasta que apareció Diego. El enano de la suerte. El nuevo hijo de la “U” que a los 90’ decidió dibujar una risa infinita, y un pánico en el compadre para el duelo de este domingo.

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