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Por el momento a Wilmar Valencia no es necesario sentarlo en un sillón rojo ni colocarle un polígrafo para que deletree su verdad. A estas alturas lo más conveniente es que adopte el papel de un monje tibetano.

Y es que en Matute hay problemitas con sus oraciones. Cada vez que el hombre de Camaná agarró micrófono se desbordó. Eso lo transformó en una especie de Tony Rosado en concierto para la Administración Temporal.

LÍBERO conoció que Susana Cuba citó ayer por la mañana al DT. La intención era pedirle explicaciones por sus comentarios de “rocoto”, del último martes, sobre las evaluaciones médicas en Alianza y su punto de vista de no ir a Espinar. En las altas esferas sí querían jugar.

Discrepancias con ecos de Godzilla en ambos lados. La titular íntima pidió uniformidad en las declaraciones, mientras que Valencia quería morir como arquero antiguo: en su palo. “Estos son mis credos”, habría dicho.

Minutos después, el guía le pidió disculpas a su plantel y optó por irse como avestruz de los entrenamientos. Volvió a las duchas y se marchó antes de que las prácticas culminen. ¿Pateó el tablero? Veremos. Por ahora, Matute es un terreno que se ha transformado en la construcción de la Torre de Babel. Aquí todos hablan un idioma distinto.

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