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¡Mr. Músculos!

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Hay entrenadores, de saco y corbata de marcas inalcanzables para el común de los hombres, que suelen decir a boca de jarro que ningún jugador debe “matar por su técnico”, sino por el equipo, por el resultado, por el triunfo.

Pero Alianza Lima es del pueblo, de raíces de esquina, donde aflora la picardía y redoblan las campanas del corazón. Entonces, es natural que después de un triunfo épico como el de ayer, los jugadores se cuelguen de los cabellos ensortijados de su técnico. “El triunfo también es para Pancho”, dijeron algunos con el acento entrecortado, con la emoción a punto de desbordarse.

“Estoy orgulloso de la reacción de los muchachos, estoy orgulloso de ser parte de un grupo de hombres que defiende a muerte a esa camiseta que nada ni nadie podrá ensuciar”.

Francisco Pizarro, el conquistador sin poses, el del pueblo, no solo luce sus músculos de Charles Atlas, sino también esa gracia divina que muchos creen como caída del cielo. Ganó tres partidos al hilo y eso es para decir que los milagros existen en octubre.

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