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La “U” vive un sueño

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José Luis Saldaña

Siempre me pregunté cómo sería la vida después de la muerte. Ayer tuve la respuesta. Les cuento: por aquí todo es crema, absolutamente todo. Por aquí se acusa de hereje al que lleva otra piel, al que no estira los brazos para recibir los trocitos de papel que llegan desde norte, al que no escupe sangre de tanto cantar, al que no aprieta el puño si el panorama es perverso. Por aquí las cosas son así y todos son felices.  

Cuánta envidia debe existir en el otro mundo. Por aquí la mayoría son extraños, pero se abrazan. Hablan, sufren y resisten de la misma manera. Se dan cuenta de que tienen tantas cosas en común, que entienden que la locura también puede definirse como una epidemia necesaria. No hay de otra, cuando uno ama no sabe por qué lo hace, solo lo siente.

Entonces, no había mejor manera de olvidar lo ocurrido en Espinar. De arranque, sin darle chance al enemigo de que se aplique anestesia. La “U” se acordó del camino, del cómo llegó hasta estos senderos. Diego Guastavino se hizo presente a los 7’ del primer tiempo. Sacó el zapatazo y el Monumental fue un eco de gloria, un grito hermoso. Los nervios se marchaban, se camuflaban en los que estaban en la otra vereda.

Pero había más. Jhoel Herrera a los 16’ se equivocaba en salida. Los merengues armaron la contra y clavaron el segundo. Sebastián Fernández, otro uruguayo de garra. El “Chapu” definió al palo del “Pipa”. Sin cerrar los ojos, de derecha, con la punta de todos los que están por acá. Así se cerraba el recreo: con un Real Garcilaso bañado en un celeste triste, y con los hijos de Ate inundados de revancha.   

La etapa complementaria sirvió para comprar los pasajes a Huancayo. Ramos falló desde los doce pasos y los muchachos de Comizzo dejaron en claro que con el 3-0 son algo más que candidatos. El sol se escondió, pero por aquí todo era incandescente. Todo era aplausos. Y  la pelota todavía rodaba sabiendo qué destino iba a tener. Guarderas se marchó con el tercero y todos se van con el alma en paz

Ya terminó todo. Me doy cuenta de que por aquí a su dios lo llaman “Lolo”. Que estas criaturas en lugar de aureolas, tienen 26 estrellas en la cabeza. Y las lucen con orgullo, sabiendo que en tres días tienen la posibilidad de ganarse la vida eterna. Porque en este reino no hay otra manera de premiar a la fidelidad. Pero para eso falta un round más, uno más. Por lo pronto, por aquí todos resucitaron. Ya ven, nada es irreversible. Y menos en esta religión.•

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