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El gato con el ratón

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Los tres amistosos no fueron  espejo para don Ángel, quien ayer murió con su propia flecha: le jugó con el 4-5-1 a un rival que caminando nos dio la bienvenida a la Copa Libertadores. Vélez Sarsfield con la derecha de Canteros volvió a abrir la herida con la que nacimos.

Los 90 minutos duelen. Y duelen porque las manos de Carvallo deberían ser imanes muy lejos del Monumental. En cualquier lugar del planeta, pero no en casa. El “1” crema fue casi un héroe, fue el único que le puso el pecho a Pratto y Zárate, el único que se acordó de lo que fue dar la vuelta el año pasado.

José estuvo espléndido en el mano a mano, en los remates de larga distancia, en los rebotes, en el 0-0 momentáneo. Ruidíaz, Gómez, “Canchita”  intentaron, aunque aquí eso no es suficiente. Las paredes se quedaron en el segundo ladrillo, los desdobles en simples miradas al suelo, los ataques en nada.

El “Indio” debe entender que jugar de punta con una “Pulga” es un suicidio. Un balazo al corazón. Un boleto directo a la eliminación. Que pintarrajee con dos arriba. Que lo haga lo más rápido posible.

Y la etapa complementaria fue más de lo mismo, más allá de los dos “casi” de García. A los 80’, cuando todos ya apretaban el puño para rogar el empate, Canteros nos rompió el entusiasmo de varios meses.

Esto recién comienza, y eso es lo que más preocupa. Aquí nos aplasta el destino, los rivales, el libreto de siempre.

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