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Erick Osores: Pare de sufrir

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Pocas veces me ha costado tanto reconocer a un campeón. Tengo la impresión que serlo conlleva un nivel superlativo, un fuego sagrado que salta a la vista en cualquier momento del torneo.

Cristal se ha dejado la vida por ir a buscar el arco contrario, y en medio de la inmensa mezquindad de nuestro medio, eso es un mérito.

Salir campeón otorga un manto de perfección que ridiculiza al crítico, pero ¿por que me cuesta tanto subir al coche del exitoso?

El modelo de campeonato es generoso con el que pesca una racha, pero cruel con el regular. Una definición en tiempos de éxito distintos suele perjudicar al primer campeón. Aunque sea con el sistema anterior el 1 y 2 llegaban afilados y alerta y necesitaban regularidad al margen de algún con contratiempo.

Cristal jugó lo peor que pudo más de medio año y luego tomó un atajo en el Clausura, mérito de aprovechamiento, pero no a su consistencia. Mejoró su relación con el gol, que no venía mal, pero nunca pudo ser ni sólido en defensa, ni manejar partidos con jerarquía y si bien supo ser un equipo emotivo, esta emoción devenía de propios errores que obligaban a gestas innecesarias. Mientras tanto, el modelo otorga tantas oportunidades que Aurich también pudo salir campeón jugando bien a cuentagotas.

Cristal es un justo ganador del Clausura. El que ha perdido es el modelo y su endeble exigencia. Salir campeón debe costar sangre, sudor, lágrimas y su respectiva regularidad.

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