Quería dibujar la sonrisa de un trovador alegre, pero cada uno de sus pasos contabilizaban el número de sus pecados que de un tiempo a esta parte están en la memoria de la familia íntima.
Y es que el titular aliancista, Guillermo Alarcón, llegó a la procesión, pero su presencia no fue del agrado de los jugadores íntimos, quienes al verlo se mortificaron por su “frescura” de golpes de pecho. Con la justa le dieron la mano.