Gareca no solo tuvo el acierto de manejar en el momento oportuno el recambio generacional, sino que además ninguno de los referentes, que hoy no tienen lugar en el equipo, puede quejarse de falta de oportunidades.
Sin mucho verso ni falsas promesas, Gareca hizo un trabajo silencioso que empieza a dar sus frutos y a ser reconocido en otras latitudes, adonde ya apuntaron su nombre con resaltador.
Ni siquiera estar cerca de la clasificación ha mareado al DT argentino, de quien esperamos tenga la sabiduría para completar en gran forma su proceso y haga realidad el sueño de ir al Mundial, después de 36 años.