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Se empató sufriendo. Se empató con rabia. Se empató ante un rival que decidió poner como alfombra un cráter. Alianza sobrevivió a tanto que el punto que rescató es simplemente conmovedor.

Y fue así porque Heredia sacó no solo lo que tenía que sacar, eliminó lo imposible, lo que ni los Incas podían concebir. Si no era el dedo meñique de la mano derecha, era el pecho. Si no era el rostro, era la punta del pie izquierdo. Notable. Gigante.

Pese a ello, Real Garcilaso no bajaba los brazos. Colocó todo su arsenal y el estratega Freddy García puso al frente a sus dos tanques. Ferreira y Montes chocaron tanto con la defensa blanquiazul, que hasta el cielo se tiñó de sangre.

Albarracín, Uribe y un descontrolado Ciucci hacían su chamba. Solo les faltaba el casco para ser unos verdaderos obreros. Con la lengua afuera corrían, incluso, hasta sin latidos. Los ataques de los íntimos eran tímidos. Tristes susurros en la oreja de un Pretel que en la etapa posterior fue clave. Así se esfumó la primera mitad.

La etapa complementaria fue compartida. El “1” victoriano continuó siendo figura, arrastrándose como una serpiente. La “Maquina Celeste” disparando sus últimas balas. Ya casi resignada. Los puntapiés y los balones aéreos se apoderaron de todos.

Tuvo ingredientes de sobra. Roja para Ciucci, lo mismo para Mauricio del Garcilaso. De pasadita un penal que coloreó al “Colo” más naranja que nunca. Falló y dejó a Pretel al borde de la canonización. 

Bajo esa regla todo terminó. Garcilaso respirando en lo más alto, y un Alianza sospechando que dejó una huella de héroe en este infierno. Fue un verdadero punto de partida.

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