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Chau Mundial

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José Torres Orellana

Era mejor así, que esa caprichosa esperanza que guardaban muchos ingenuos se extinga por completo. Que el respirador artificial se desconecte y que se acabe la pila de esa calculadora científica que guardaba la fórmula mágica para clasificar.

No había vuelta que darle, la historia estaba sentenciada desde mucho antes de caer ante Uruguay. Desde que la notoria falta de compromiso que parecía el sello característico de una historia de fracasos en muchos rankeados, se puso en evidencia en más de una ocasión. En Paraguay, en Ecuador...

Caer ante Venezuela era solo darle el tiro de gracia a un herido agonizante, a un zombie que se embriagó de “humo”, y a veces de alcohol, porque la indisciplina también dijo presente a lo largo de un proceso que fue vergonzoso, en parte por culpa de un técnico “blandito” que apañó y perdonó como Teresa de Calcuta a cuanto “malogrado” le vio la cara.

Lejos quedó esa imagen de entrenador riguroso que todos recordaban y llegó entre bombos y platillos –supuestamente– a ordenar la casa. Su falta de liderazgo, la pinta de abuelo consentidor, fue la cruz de un Markarián que en Venezuela mostró su peor rostro.

Y así era imposible ir al Mundial. El “Mago” quiso “ratonear” y terminó dando pena, humillado por un conjunto “llanero” que nos pintó la cara. El gol de Hurtado fue una ilusión, y luego Rondón, González y Otero armaron la fiesta hasta sacearse con vino tinto. Zambrano anotó y selló un 3-2, pero igual Perú acabó con el rabo entre las piernas, como perrito faldero que ya ni ladra y da lástima en Sudamérica.  •

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