El fútbol es, a veces, el reflejo de un país y el Perú no escapa a esa premisa. Nos caracterizamos por ser una sociedad multirracial en la que conviven rasgos andinos, asiáticos, africanos, caucásicos y mestizos. Siendo así, no se entiende como puede haber tanta irracionalidad en hinchas que buscan humillar al rival apelando al racismo.
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Lo ocurrido el último domingo en en Ate con Julio Landauri fue inadmisible. Y aunque el árbitro Eduardo Chirinos intentó llamar al orden a un sector de la barra crema, no hubo una acción contundente que invite a pensar que este tipo de hechos no se volverán a repetir.
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Mientras en otros lugares se condena el racismo, aquí el ruido de gorila hacia un jugador negro es entendido como parte del folklore. Como algo que le da color al espectáculo. Si seguimos pensando que eso debe pasarse por alto, vamos a seguir teniendo un fútbol con visión de tercer mundo en un país donde el que no tiene de inga tiene de mandinga.