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Sus perfiles son como dos polos opuestos y hoy más que nunca serán el agua y el aceite. Uno siempre con la expresión amable y el dejo “mapochino” para convencer a sus pupilos, mientras que el otro últimamente fotografiado con la mano en la barbilla en señal de impotencia.

Y es que Miguel Ángel Arrué y Juan Reynoso vivirán, fieles a sus peculiares estilos, el partido más importante de la fecha entre victorianos y celestes. El primero acorralado por una suerte que ni él mismo conoce, mientras que el bajopontino está incrustado por la daga del fracaso.Un solo objetivo: sumar tres puntos. Diferentes necesidades. Dos grandes instituciones. Y la imperiosa necesidad de los técnicos por ganar para no ser mirados un día más con la lupa de lo imperdonable.

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