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El Estadio Nacional se llenó y los hinchas nunca dejaron de alentar

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Si algo faltaba para que el José Díaz afeite su rostro, era ese eco interminable, esos brazos arriba, ese arco iris blanquirrojo y ese aliento que ayer pareció de Eliminatorias. Y es que no existe la fiesta ni el fútbol sin gente, y menos cuando esta llegaba con el ánimo al tope, con la confianza de la victoria en el corazón.

Resulta que la selección no solo jugó su partido, sino aquella “12” que muchas veces tiró los papelitos de la bienvenida y de la decepción, pero que ayer pese a las momentáneas adversidades, nunca dejaron de alentar. Fuimos locales, metimos, presionamos e hicimos temblar a los bolivianos como si estuvieran en una mismísima guerra.

A ello se suma la conducta de “10” puntos del público. Acataron los mensajes de las autoridades, protegieron su casa y como en el Viejo Continente jamás intentaron burlar las pequeñas barreras de las tribunas. No había rejas, solo encargados de seguridad.

El ensayo quedó “ok” y la noche de ayer recobró los mejores pasajes de la historia de nuestro fútbol. Ni los precios por las nubes los detuvieron. Ayer sentimos la fe y las ganas de creer en estos guerreros. Simplemente, “gracias, Perú”. 

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