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Vamos crema, vamos

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Ahora entiendo a mi viejo, cuando esperaba la llegada del domingo, vestido con el manto crema y acompañado de uno que otro santo para orar por si el arco no se abría. Lo veo gritar, alentar, putear y llorar, sin imaginar la llegada de una crisis que obligaría a los hinchas a meterse la mano al bolsillo.

La del primero de marzo del 2012 será recordada como la noche en la que el pueblo merengue le dio una cachetada de pasión y honestidad a tanto delincuente de saco y corbata, que disfrazado de dirigente se levantó en peso al club.

Con el sentimiento y con el apoyo invalorable, que hoy permitirá pagar algunas deudas urgentes, el fanático merengue dejó en claro que sentirse crema es casi como estar en el mismísimo paraíso. 30 mil almas alentado hasta más no poder en un Estadio Nacional que anoche se vestía de gala para recibir al “mejor de los equipos”.

En la “Noche del Hincha Crema”, seguramente, poco o nada se recordará del Manta de Ecuador y de su inoportuno 1-0. Eso pasará a ser parte de una simple anécdota. Sin embargo, lo que perdurará por siempre es que ayer se marcó un antes y un después en la historia de la “U” y en la del fútbol peruano.

Si bien la fiesta fue redonda, el partido dejó algunas interrogantes. Quienes fueron a ver a Polo terminaron aplaudiendo a Calcaterra, un argentino que llegó arropado de anonimato y hoy parece ser la esperanza de buen fútbol. Y aunque no satisfizo del todo lo hecho por el “Chino” Ximénez, el aporte de los juveniles Gonzales y Dávila –no olviden estos apellidos– confirmó que los chibolos son garra.

Gracias, viejo, ahora entiendo a plenitud la grandeza de esa “U” granate encerrada en un círculo. Ahora entiendo por qué después de tantas puñaladas que recibió por la espalda, el club no ha muerto. Ahora entiendo al fanático, a ese que no es un cualquiera. A ese que respira sabiendo que le hace barra al más grande.

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