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Esto es “clásico”

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Cuando el fútbol es tan lejano en su esquema táctico, aparece en su esplendor esa estirpe guerrera propia de la “U”. Ese linaje corajudo que prioriza la lucha a la estética. Esa raza de batalla donde no importa tirarse de cara y arriesgar la vida en busca de la felicidad.

Eso es la actual versión de Universitario, un equipo sin ideas, pero con huevos. Un cuadro con limitaciones y sin variantes, pero con un corazón inmenso, que hace obviar cualquier falencia. Ese elenco que hace rabiar, te hace sufrir y cuando menos esperas te hace delirar con un gol impensado, con solo un destello de luz para alegrar la vida, frenar la ferocidad de un “Ciclón” y meter miedo al “compadre”.

Ese cúmulo de dubitaciones que lo acompañan desde el inicio del torneo no se disipan por nada. Aurich se encargó de seguir desnudando errores y de quitarle protagonismo en su feudo. Era un partido enredado, donde el talento afloró a cuentagotas, pero la ineficacia ofensiva de la visita fue la salvación merengue.

Arriba Ximénez fue un guerrero solitario, un gladiador abandonado que se las buscó como pudo. Y se dio maña para a los 37’ girar y meter el zurdazo que remeció el palo chiclayano.

La “U” no tenía con qué, y la alarma se encendía. La esperanza se desvanecía y la rabia afloraba incontrolable, y fue allí que relució la garra. Esa virtud tantas veces aclamada, que a esas alturas era la única solución al desastre.

Sin el “Chino” en la cancha, había que improvisar un “9”, por eso a los 77’ Rainer Torres asumió ese rol y se lanzó de palomita para conectar con los pocos cabellos que le quedan el centro preciso de Miguel Torres. El grito de gol salió del alma. Un grito de satisfacción, de alivio. Tres puntos de oro.

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