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Yair le lleva su pelota a Dios

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Aquí el dolor no miente. Aquí la pena es despiadada. Aquí usted y yo sabemos que la despedida es eterna. Aquí el rostro del retorno no aparece ni como consuelo. Aquí creció un vacío que ni Dios lo cura.

Eran las tres de la tarde –la hora que Cristo subió a los cielos– y el último adiós a Yair Clavijo en el cementerio Campo Fe de Puente Piedra dejaba mudo a todos, menos a un cómplice de tantas alegrías para el ex celeste.

El último balón que tocó el “Zambo” en Urcos se marchó con él. Como diciéndole que si se fue sobre el verde, lo más justo era que se vayan ambos. Dicen que ese es el verdadero pacto entre la redonda y los que nacieron para acariciarla.

Entonces, Renato, el hermano, con las manos en los bolsillos y la zurda temblando la arrojó. Esta cayó como ingresando al arco. Había un imán divino entre ambos.  

Pero antes las palabras de Don José  –padre– nos llegaron hasta el tuétano. Con la voz entrecortada dijo: “No te voy a olvidar, hijo mío. Yo sé que estarás al lado de Dios”. 

Y en su recorrido al lado del féretro, el ex Guardia Republicana le confesaba a su alma y a su nuevo ángel de la guarda: “Te voy a extrañar. Quería verte jugar en la profesional. Tenías mucho para ser un grande, pero tuviste que partir”. Solo te digo Yair, que a pesar de que el destino te separó de nosotros, aquí no te olvidaremos. Descansa en paz.

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