0

Sonora Ponceña

Únete a nuestro canal de WhatsApp

Sus rasgos de rebelde sin causa parecían condenar su futuro, su destino. El muchacho, de pronto, dejó de doblar las esquinas del Callao. Se detuvo en la joda. Pepe Soto le hacía muecas de padrastro y Wilmar Valencia se mordía las manos para no tatuarle un par de cachetadas en su desafiante rostro.

Pero Junior Ponce, como muchos chiquillos sin rumbo, era protegido por su ángel de la guarda. El maestro César Cueto, un bienaventurado para los “potrillos”, se batió a pecho desnudo por ese mozalbete que lo rejuvenecía con su irreverente juego.

“Hace mucho que se extraña a un jugador de sus características: quimboso, encarador, conchudo. Ponce me hace recordar a los verdaderos ‘potrillos’ de Alianza Lima”. ¿Puede haber algo más grato que semejante halago? Junior debe reposar a la diestra del Señor y bajar su cabecita como señal de gratitud.

“Le tengo un cariño especial  –precisa un Ponce más sosegado– al profesor César Cueto, porque cuando yo no jugaba, se me acercaba siempre con una frase de respaldo, de aliento. Por ello es mi ejemplo a seguir. Ojalá que alguna vez pueda lograr si quiera una cuarta parte de lo que el maestro hizo en el fútbol”.

¿Algún consejo más? Cueto cerró el capítulo: “No le diré nada porque haría lo que yo hacía cuando Perico León y el ‘Nene’ Cubillas me aconsejaban: jugar como sabía”.

Libero Impreso

EDICIÓN DIGITAL

EDICIÓN DIGITAL

OFERTAS DE HOY