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¡La garra eres tú!

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Solo 90 minutos ante el “compadre” podían curar tanta pena y frustración. Habían perdido al técnico, a los sancionados, a los lesionados. Habían perdido mucho, pero nunca la noción de qué camiseta tenían puesta.

Y entre caídas, pasos a trompicones, pelotas como la de Mauro Guevgeozián que iban más allá de las manos de José Carvallo pero que se golpeaban con el palo, aparecía la alegría de Carlos Preciado.

El baile del colombiano fue mejor en jugada que en celebración. Solito hizo todo. Alargó la redonda y dejó como estaca a Carlos Grossmüller y luego le rompió la cintura a Josimar Vargas. Frente al “1” de la “U” la mandó al segundo palo, arriba, como para que ninguna mala suerte gitana, que parecía estar merodeando los últimos días Matute, les saque esa dicha. ¡Gol! Las mandíbulas se rompieron en La Victoria de tanto grito.

Gustavo Roverano que peleaba duro contra esas lágrimas que ya querían nadar en sus mejillas –al final de partido soltó todo–, mandó a Juan Diego Li por Carlos Preciado para cerrar el partido. El sector derecho quedó más protegido. Es así: lo que a uno le cuesta conseguir, lo cuida el triple, hasta con la propia vida.

Mérito también de Cristian Mejía, que tiempo atrás dos clubes le habían tirado la puerta en la cara. No se desanimó y siguió trabajando. Las circunstancias lo pusieron ayer en los ojos del pueblo y no defraudó. No le quemó el esférico, marcó y pegó en los momentos claves y pisó con atrevimiento el arco contrario de la “U”... De esa “U” que solo fue el palo de ¿“Maravilla”? y el cabezazo que Édison Flores falló en el área chica de Leao Butrón. Solo eso fue la “U”, un martillo en el corazón para los suyos.

El fútbol ha marcado caminos distintos en los “compadres”. Alianza ha cerrado de a poquitos una herida grande. Alianza resumió todo lo que vivió en las palabras de Osnar Noronha: “La garra fue nuestra”.

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