Roberto Baggio fue un predestinado del fútbol mundial. Su larga cabellera que lo caracterizaba, el número 10 en la espalda y la magia de su juego le valieron para ganarse el sobrenombre de “Il Divino Codino”, que traducido al español quiere decir un genio del balón.
Según un análisis del gran Michel Platini, Baggio no era un “nueve”, pero tampoco un “diez”. “Fue un nueve y medio”, decía. Tenía una constitución física débil para un futbolista, pero con un talento incomparable con el balón.En la Fiorentina vivió una etapa inolvidable, se convirtió en ídolo indiscutible de los hinchas de la escuadra “viola”. Durante cinco temporadas brilló y desplegó su poética forma de jugar al fútbol. También deslizó su calidad en la Juventus, AC Milan y el InterEn su palmarés tiene un premio al mejor futbolista del año, un Balón de Oro de Europa y un FIFA World Player. Además, “O Rei” Pelé lo nombró entre los 100 mejores futbolistas de todos los tiempos. Supo sobresalir en un torneo en el que imperaba el juego fuerte.Marcó 314 goles en su carrera, y es el quinto máximo artillero de la historia de la selección “azzurra” con 27 tantos. También es el único jugador de la historia italiana en anotar en tres Mundiales distintos (1990, 1994 y 1998). En toda su carrera acumuló 453 partidos en la Liga italiana. Al final de su carrera llegó a tener ofertas del Arsenal y el Real Madrid. Se retiró en el 2004 en el Brescia italiano.Baggio es hoy un budista que se dedica a viajar por el mundo. En el 2010 visitó la comunidad de Calca, Cusco, para comer cuy y choclo, así como bailar huainito, jugar fulbito, dar de comer a las alpacas y visitar las chacras de los campesinos.