Durante los últimos 10 años, el mundo de la lucha libre ha cambiado radicalmente. Producto de la evolución natural de los tiempos y el recambio generacional, llegó también al pro-wrestling un nuevo público mucho más sensible a los detalles, mucho más crítico, pero también mucho más ilusionado.
En pleno apogeo de la Era Attitude de WWE, cuando Stone Cold se medía ante La Roca y Triple H por el campeonato máximo de la empresa (antes llamada WWF), o cuando Hulk Hogan tenía uno de los picos más altos de su carrera con la extinta N.W.O., el público de la lucha libre simplemente iba a los coliseos a disfrutar del espectáculo y a vitorear o abuchear y nada más. Hoy, la realidad es muy diferente. Si la fanáticada nota que hay un golpe demasiado fingido o una historia demasiado floja, o cuando la misma WWE intenta imponernos a la fuerza un ídolo, el público se lo va a hacer saber.
Y la importancia e inmediatez que han logrado las redes sociales en estos días también han jugado un papel determinante. A WWE le sale algo mal y es cuestión de minutos e incluso segundos para que se empiece a saber en todo el mundo. Las reacciones no se van a hacer esperar. Van a abuchear más de la cuenta, van a cambiar el canal, los ratings bajan, todos compran menos eventos de pague-por-ver y el negocio empieza a tambalear.
Esta reacción del público es precisamente la que WWE ha tenido que ir asimilando y combatiendo poco a poco. No les ha sido nada fácil. Cometieron demasiados errores en muy poco tiempo y el encanto se fue perdiendo. El despido de CM Punk, considerado uno de los abanderados de ésta era en la lucha libre, el terrible manejo del personaje y la salud de Daniel Bryan (acaso el wrestler más over de los últimos tiempos), la imposición de Roman Reigns como el heredero del trono, la figura hiperexplotada del “todopoderoso” en John Cena, y una larga lista de etcéteras, dejaron a WWE cojeando en todo sentido.
Sin embargo, no todo fueron malas decisiones. Tuvieron grandes aciertos como la apuesta por la renovación del roster. Luchadores como Dean Ambrose, Seth Rollins, Finn Bálor, Kevin Owens, Samoa Joe, Adrian Neville y Hideo Itami ya tenían una gran reputación ganada en las empresas independientes de lucha libre en el mundo y WWE hizo muy bien en reclutarlos y los resultados han sido siempre positivos. Son justamente ellos quienes se llevan la mayoría de las palmas en los shows y PPVs de la empresa.
Y eso no es todo. Desde hace un par de días suenan fuerte los rumores que indican que El “Phenomenal One” AJ Styles, ex multicampeón en TNA, y New Japan nPro Wrestling, es uno de los luchadores más respetados y admirados por los fans y por los mismos luchadores con quienes comparte camerino. Junto a él estarían muy cerca de llegar a un acuerdo Doc Gallows, Karl Anderson y Shinsuke Nakamura. Ídolos de multitudes y de gran talento dentro y fuera del ring.
Este recambio generacional de todos los luchadores mencionados en este post está liderado por la gestión del excampeón mundial de WWE, Triple H, quien hoy es COO de la empresa y jefe principal de la contratación de nuevos talentos.
Sin duda estos últimos nombres elevarían considerablemente el nivel de espectáculo que WWE quiere ofrecer. Pero más importante aún, es que este interés mostrado nos hace reflexionar sobre una cosa: WWE ha aprendido la lección y muestra capacidad para salir adelante y, de pasada, darle al público lo que quiere