La selección de Islandia transitó en un autobús de dos plantas con el techo descubierto el centro de la capital, repleto de gente que aplaudía y vitoreaba al equipo que tuvo una actuación sobresaliente en su primera participación en una fase final.
El paseo finalizó en el popular parque de Arnarhóll, junto al puerto, donde subieron a un escenario en el que les esperaban entre otros el presidente, Ólafur Ragnar Grímsson, y el primer ministro, Sigurdur Ingi Jóhannsson, que lucía la camiseta de la selección.
Uno a uno fueron presentados y vitoreados los jugadores islandeses, pero la mayor ovación fue para un sueco, el seleccionador Lars Lagerbäck, el hombre que ha culminado la transformación increíble del fútbol de Islandia.
Lagerbäck, que deja el cargo, tuvo un detalle con su cuerpo técnico, al que mandó salir al frente del escenario, mientras él resaltaba que el gran éxito de Islandia es ante todo "una actuación colectiva", agradecía su apoyo a la hinchada y decía sentirse como en casa en este país de 330.000 habitantes.
Tras el último discurso, jugadores y cuerpo técnico se unieron con los miles de hinchas, repitiendo el rito que ha dejado huella en la Eurocopa 2016: los toques de tambor, las palmadas y un rugido, "¡uh!", que se van sucediendo con mayor frecuencia hasta concluir en una explosión.