Dicen que no debería existir porque daña el corazón. Pero la ruleta de los penales es parte del fútbol. Y como tal hay que vivirla. Andy Polo había errado. A los grandes les sucede, el destino los elige, les quita algo antes de sonreír. Ángel Romero le salvó la cabeza con el balazo que sentenció esa cardiaca definición.
El barullo de las tribunas hacía presagiar un final de alto voltaje, dramático, hecho solo para hombres. Uno por uno, cada quien desfiló con el corazón en la mano y una pistola escondida en los zapatos. Y es que el clásico debía jugarse así, con los dientes apretados, con las pulsaciones desbordadas.Universitario pasó a la historia luego de un revés de “Coco” Bazán, de un puntillazo al cielo, ¡afuera! Y el “Puma” Carranza bailó en la tribuna, bajó y celebró como si la epopeya le perteneciera.
Todo fue una locura, camisetas cremas sudorosas y zarandeadas de la emoción. Ahora se viene Boca, otra fiera en celo, un rival con pergaminos y muchachos de narices respingadas y jodidos, claro, como dicta el libreto de los argentinos. Hay que esperar, vivir, rezar. Es el título, es el todo o nada.