La investigación de LÍBERO encendió los motores. Salvador Ricci también cantó su verdad en un diálogo picante: “Lo que te digo lo firmo con sangre”, nos dijo. Luego, movido por las críticas, reconoció que es uno de los dueños de La Chutana.
Se le acusa de ser juez y parte en la TC e, incluso, de motivar un conflicto de intereses. “Salva” pisó el acelerador y disparó: “Solo piensan así los corruptos”.
“He sido el piloto más sancionado en la historia de la TC. Mi relación con La Chutana me perjudica y los comisarios son muy agresivos y se ensañan conmigo”, sostuvo el piloto.
Sin embargo, “no pienso renunciar”, apuntó. “Soy accionista de La Chutana a mucha honra. Gracias a mí existe el autódromo.Me he jugado las pelotas para que todos se diviertan. Puedo cerrarlo, venderlo en millones de dólares y hacerme millonario, pero correr es mi pasión”, se soltó Salvador Ricci.
Luego, aceptó que es socio -“como todos los pilotos de la TC”- del Club de Automóviles Turismo Competición (CATC) y que les alquila un amplio ambiente “mío” en Chorrillos, donde le desarmaron el carro a Mario Hart antes de sancionarlo.
Con respecto a la relación entre pilotos, confesó: “El 2013 le presté piezas a Jean Paul Peyón en cuatro oportunidades. A Christian Kobashigawa le he prestado una vez para que pueda partir, por eso siento que he dado algo para que él pueda ser campeón”. Así es Ricci.