Retrasos y cancelaciones golpean a Newark, Chicago O’Hare y Dallas-Fort Worth por la crisis del cierre del Gobierno y la falta de controladores aéreos.
El transporte aéreo estadounidense enfrenta su momento más caótico: pasajeros frustrados, cambios de itinerario de último minuto y terminales operando al límite. ¿La razón? El cierre del Gobierno federal ha reducido drásticamente el personal en control aéreo. Newark (Nueva Jersey), Chicago O’Hare (Illinois) y Dallas-Fort Worth (Texas) se han convertido en el centro del colapso. La herramienta "Misery Map" de FlightAware expone la realidad: demoras que superan las horas y vuelos cancelados sin aviso previo.
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Estos hubs están registrando los mayores picos de congestión y operación limitada por la falta de controladores y restricciones impuestas por la FAA.
Pasajeros varados ante cancelaciones masivas en aeropuertos de EE.UU.
La crisis no solo afecta vuelos, también golpea al personal aéreo: Más de 13.000 controladores trabajan sin recibir salario debido al conflicto presupuestario. La falta de pagos ya provoca ausencias y bajas médicas, agravando la situación en las torres de control. Pasajeros reportan hasta 4 horas de retraso promedio en terminales del noreste. Los expertos advierten que, si no hay acuerdo político pronto, Acción de Gracias podría convertirse en un completo desastre aéreo.
Las autoridades advierten que, si el cierre del Gobierno continúa sin una solución inmediata, el impacto será aún más severo en los próximos días. Las aerolíneas ya analizan ajustes de itinerarios, lo que podría traducirse en más cancelaciones preventivas y reprogramaciones masivas que afectarán a viajeros de negocios, estudiantes y familias enteras.
Mientras tanto, los usuarios exigen respuestas y compensaciones. Organizaciones de defensa del consumidor presionan al Departamento de Transporte para que se apliquen medidas de protección, incluida la devolución automática del dinero por vuelos cancelados. Sin un acuerdo político a la vista, el caos en los aeropuertos podría convertirse en la nueva normalidad en Estados Unidos.