Uno que ya ha vivido bastante no se sorprende ni afecta cuando se contrasta la realidad de los resultados con el entusiasmo y optimismo que nos suelen ofrecer, sin mala intención, los medios de comunicación. Cada inicio de año se renuevan expectativas por las flamantes contrataciones de los clubes y se proyecta la ilusión de una buena campaña local e internacional.
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El caso es que las primeras participaciones de los cuadros nacionales tanto en amistosos como en torneos oficiales como la Copa Libertadores y el Sudamericano Sub-20, han traído consigo un huaico de derrotas que se confrontan con la utopía de los sueños y nos devuelven a la crudeza de nuestra realidad.
Ante este escenario suelen ensayarse diversas explicaciones que van del extremo del fatalismo a la frontera de la justificación. Desde esta humilde columna insistimos que, en tanto no cambiemos las estructuras del sistema del fútbol, este escenario se repetirá año tras año trayendo consigo esa carga de desazón colectiva en nuestra golpeada pero aun fiel hinchada.
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Hasta hace un tiempo atrás se sindicaba a Manuel Burga como el principal culpable del descalabro del balompié local, no obstante, tras su caída, encarcelamiento y posterior extradición, nada ha cambiado en el horizonte y, salvo honrosas excepciones en algunos clubes, son prácticamente los mismos actores del sistema quienes continúan manejando los hilos del poder a través de una organización que beneficia los intereses de pocos y perjudica la autoestima de todo un país.
Nuestro fútbol se está muriendo ¿estamos dispuestos a salvarlo?