Hace aproximadamente un mes Mario Hart era el ‘hombre’. Feliz, contento y satisfecho por obtener una merecida y peleada victoria en la primera carrera del Campeonato Nacional de Circuito Turismo Competición.
Hart sabía que le aguardaba una verdadera guerra en la segunda fecha, ya que sus rivales tenían como objetivo no sólo vencerlo, sino sacarlo de la punta de la TC2000. El sábado clasificó en la segunda fila para la grilla de partida, pero un fantasma rondaba en su equipo. Había cierta sospecha que la presión de aceite en el motor no estaba perfecta, pero era sólo eso: una sospecha.
El día de la carrera Hart comenzó en la primera manga ubicándose quinto y en la segunda finalizó segundo escoltando a Jean Paul Peyón, luego de una feroz persecución. Para la definición Hart llegaba con 12 unidades, atrás de Peyón (16), Fuller (14) y Kobashigawa (13). Matemáticamente parecía imposible repetir un triunfo, pero los números todavía le daban opción.
Ni bien se largó la tercera competencia, Hart manejó como los grandes y en los giros iniciales capturó la punta, resultado que en ese momento le podía dar nuevamente la victoria en la segunda fecha. A poco del final el fantasma se convirtió en realidad y el motor de Mario explotó justamente por falta de presión de lubricante. No le quedó más remedio que abandonar.
Cuando fue imposible retenerlo lloró como un niño, pero se comportó como un hombre que sabe que la vida te da cariño, pero también te golpea duro y sin piedad. Son lágrimas de impotencia por haber trabajado con profesionalismo y dedicación, pero a veces no basta, Hart es ahora segundo en el campeonato con 39 unidades, ocho menos que el líder Christian Kobashigawa.