Trabajar en un entorno que, de la noche a la mañana, cambió por responsabilidad de los hombres de cuello y corbata es tan igual que convivir con el enemigo. Sin embargo, Ricardo Gareca solo frunce el ceño, se retuerce, camina presuroso pegándole a las piedras y piensa...
Piensa en el porqué de las cosas, en cómo se llegó a un estado de inestabilidad federativa luego de vivir una de las etapas gloriosas del fútbol peruano al clasificar al Mundial Rusia 2018 con el corazón entre las manos y luego de 36 años.
El caso Edwin Oviedo fue el punto álgido de una estructura hoy resquebrajada por el desgobierno. Y es que Agustín Lozano también pasa por una serie de aprietos rebasados por errores logísticos, definiciones tardías, trabajadores impagos, amistosos en la cuerda floja y situaciones tirantes que preocupan al “Tigre” a puertas de una nueva convocatoria.
Pero Gareca seguirá firme al pie del cañón, con los propósitos claros, listo para cercar la isla que formó contra viento y marea. La selección, como siempre ha dicho, está por encima de cualquier cosa... por encima hasta de los problemas.