No me saco de la cabeza las palabras de Roberto Chale en lo que fue la frase de la semana pasada: “Vargas puede jugar con el peso que quiera”. Con el enorme cariño al ídolo crema, creo que se equivocó y mandó un muy mal mensaje. No me imagino en el fútbol actual un técnico que avale la idea, ya que el rendimiento se sostiene en una base física mínima. Y si Vargas puede jugar con el peso que quiera, pues lo mismo podrá hacer Rengifo, Cáceda, Aguirre. ¿O solo vale para Vargas?.
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Luego de ver el último clásico, creo que Juan Manuel Vargas compra la idea que le vende su técnico y la extiende a niveles superlativos, porque no solo juega como quiere, sino trata a los rivales como quiere, a los árbitros como quiere, en un muy mal concebido liderazgo. Y así, hace evidente los terribles vicios que arrastramos como sociedad futbolística y que nos ponen donde estamos.
Porque algunos jugadores peruanos “sacan el carácter” que no es otra cosa que repartir patadas, cuando van varios goles abajo o cuando suenan los oles, pero no cuando realmente se necesita. Porque los árbitros se vuelven pusilánimes y cobran al ritmo de “ajos y cebollas”, y porque los técnicos sufren lo que Vicente del Bosque llama la tiranía de los jugadores que quieren hacer lo que les da la gana.
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Como diría Daniel Peredo, “consejo de pata Vargas”, reenfoca tu liderazgo. El líder no es el que evita que a los compañeros le saquen la roja, el que da solo 7 vueltas de las 10 que mandaron a trotar o el que vacila al resto de jugadores. El líder es el que puede hacer que el resto saque lo mejor que tiene. Es ese Vargas que corrió desde campo propio y dejó en el piso a Battaglia para hacer famoso a Fano contra Argentina. El que se despidió con “cachita” de Godín expulsado sin caer en la provocación contra Uruguay. Ese es el que queremos.