La borrachera de Miramar (1996) con Solano, Farfán, Olivares y Marengo es insignificante si nos remontamos al año ‘49 cuando 7 seleccionados se fueron de juerga hasta el amanecer, previo a un Sudamericano, que les costó una sanción a perpetuidad y la deportación rumbo al llamado “Dorado colombiano”.
El representativo nacional se había concentrado en la base aérea. Una madrugada, un grupo de siete futbolistas se escapó a una reunión en el Callao. Ellos fueron Valeriano López y Guillermo Barbadillo de Sport Boys, y los jugadores de Atlético Chalaco Eliseo Morales, Juan Castillo, René Rosasco, Juan Lecca, Félix Mina y Reynaldo Luna.Los siete planificaron su escape, hecho que al final agravó su situación. Quedaron con unos amigos que los esperaron en uno de los muros posteriores del recinto militar y, tras saltar la pared, se fueron en un auto hasta el puerto chalaco. Una vez en la fiesta, se divirtieron con harto trago y mujeres y no se dieron cuenta que había amanecido.
Regresaron a la concentración en las primeras horas del día borrachos y tambaleándose, pero igual se cambiaron y se presentaron a entrenar. Y ahí se armó todo el chongo. Los mandaron a las duchas y a dormir. Al día siguiente los dirigentes de ese entonces los sancionaron a perpetuidad a los indisciplinados, pero no solo para que no jueguen en la selección, sino para que no vuelvan a jugar en ningún club peruano, por lo que emigraron al “Dorado colombiano”.
Así, Valeriano, Barbadillo y Morales se fueron al Deportivo Cali; Castillo, Rosasco, Mina y Luna pasaron al Independiente Medellín, y Lecca al Once Deportivo. Dos años después los futbolistas fueron perdonados y volvieron a jugar en sus clubes de origen, a excepción de Morales, que terminó su carrera en Colombia.De todos ellos, Valeriano, Barbadillo y Rosasco volvieron a jugar por la selección a partir de 1952.