El alza en el precio de la carne golpea los bolsillos de millones de familias mientras la inflación vuelve a presionar a la economía estadounidense.
Durante septiembre, el precio de la carne de res en Estados Unidos subió cerca de un 15%, convirtiéndose en el producto alimenticio con mayor encarecimiento del año, según reportes de medios nacionales. El incremento llega en medio de un repunte inflacionario que ha devuelto la presión sobre el costo de vida, luego de meses de aparente estabilidad económica.
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Las nuevas políticas comerciales de la administración de Donald Trump, sumadas a la desaceleración del mercado laboral, han generado tensiones entre productores y consumidores. La flexibilización para importar carne desde Argentina busca frenar los precios, aunque los ganaderos locales advierten que la medida amenaza la industria nacional.
Productores alertan que las nuevas medidas podrían dañar la industria local.
Mientras la carne sube, otros alimentos muestran comportamientos opuestos: los huevos bajaron un 5% y el café aumentó un 19%, reflejando una volatilidad inusual en los precios. Analistas económicos sostienen que los nuevos aranceles sobre productos extranjeros y los costos internos de producción están alimentando una inflación persistente que golpea directamente a las familias de bajos ingresos.
El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, advirtió que la coyuntura actual "exige equilibrio y cautela", ya que las decisiones monetarias podrían agravar el problema si no se manejan con precisión.
En los próximos días, la Reserva Federal deberá definir si recorta su tasa de interés para estimular el empleo o si mantiene su política actual para frenar la inflación. Cualquiera de las dos decisiones podría impactar de forma inmediata en los precios de los alimentos y en la capacidad de compra de millones de hogares.
El alza en los precios de la carne afecta especialmente a las familias inmigrantes, muchas de las cuales ya destinan una gran parte de sus ingresos a alimentos básicos. Los expertos señalan que el aumento sostenido en los costos de comida y vivienda podría agravar la inseguridad alimentaria en varios estados del país.
Ante este escenario, economistas recomiendan ajustar los hábitos de consumo y buscar alternativas más económicas sin sacrificar la nutrición. Sin embargo, advierten que si la inflación continúa en ascenso, incluso las opciones más accesibles podrían volverse inalcanzables para miles de hogares trabajadores.