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'La cárcel del fin del mundo', la prisión más aterradora y perturbadora de Sudamérica

Las torturas y castigos provocaron que los reos vivieran un infierno en la tierra en un lugar alejado, donde muchos murieron sin que a nadie le importe.

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La 'cárcel del fin del mundo' cerró sus puertas en la década de 1940 y antes de acabar el siglo XXI se convirtió en un museo, uno de los más aterradores. | Composición Líbero

Enclavada en Ushuaia, en la Patagonia argentina, se encuentra una de las prisiones más infames de Sudamérica, ya que para muchos es la más aterradora de esta parte sur del mundo que ha pasado a la historia con el nombre de la "cárcel del fin del mundo", la cual está plagada de relatos de terror que a décadas de haber cerrado sus puertas le siguen erizando la piel a cualquiera.

Una cárcel en el fin del mundo

Pese a que en la actualidad ha sido convertida en un museo, en su momento fue el lugar y última morada de los delincuentes más peligroso de toda la Argentina, mostrando el testimonio de las terribles condiciones, casi inhumanas en las que vivieron los reclusos, no solo privados (merecidamente) de su libertad, también en uno de los sitios más inhóspitos que se pueda imaginar.

De hecho, cuando los visitantes hacen el recorrido por sus hórridos pasillos, se puede ver estatuas muy intimidantes de los que en vida fueron algunos prisioneros como "el místico" o el llamado "petiso orejón", este último un despiadado asesino de niños.

La construcción del presidio de reincidentes

La prisión se instaló en la isla de los Estados y desde siempre estuvo azotada por temporales subantárticos, los cuales llevaron a los presos a armar un motín en 1902, tras lo cual fue trasladada a Puerto Golondrina, al oeste de Ushuaia.

En dicho año comenzó la construcción de la cárcel para civiles (antes era solo de uso militar), cuya construcción estuvo a cargo del ingeniero italiano Castello Muratgia, quien lo hizo siguiendo el modelo panóptico para que la vigilancia sea más óptima.

Lo que se sabe es que la misma fue levantada con la mano de obra de los presos con piedra y mampostería, la cual acabaron en 1911, contando con pabellones de 75 metros de largo, cada uno de los cuales tenía dos pisos con un total de 76 celdas en cada uno.

En 1911, el Gobierno Nacional oficializó la fusión de la prisión militar y la civil, para ser bautizada con el nombre de Presidio Militar y Cárcel de Reincidentes de Ushuaia. Con el paso de los años, sería conocido infamemente con varios nombres, uno de los cuales la "Siberia criolla".

La idea era emular lo que hicieron en Inglaterra y Australia con una colonia penal, pero en la Tierra del Fuego, eliminando así a los más peligrosos del país al confinarlos en un lugar donde la "civilización" no existe.

Un régimen de terror en medio de la nada

El perfil de los prisioneros eran: ladrones, estafadores, militares deportados por incumplimiento de funciones, deserción, asesinos. Uno de los más conocido fue Cayetano Santos Goduno, conocido como "el Petiso Orejudo", un inmigrante italiano que mató a cuatro y siete tentativas de homicidio e incendios.

Otro fue el irlandés Mateo Banks quien le quitó la vida a 8 personas en la localidad de Azul, provincia de Buenos Aires.

Al llegar a la prisión, los presos lo hacían con grilletes en los tobillos, vigilados por militares y esto era solo el inicio de su tormento, pues lo peor era la soledad absoluta, el clima en extremo helado, sumado a un brutal e inhumano régimen de castigos hicieron que, entre otros apelativos, fuera conocida como la "tierra maldita".

A todo esto debemos agregar que las celdas contaban con una estrecha abertura de tan solo 20 centímetros cuadrados que, para muchos, era lo mismo que un nicho fúnebre, a la que no se debe pasar por alto las 15 horas de completa oscuridad en épocas de invierno.

Durante la década del 1930, la cárcel comenzó a verse llena con presos políticos, principalmente izquierdistas a intelectuales disidentes el gobierno de turno confinados por sus ideas políticas, más no serían recluidos en las celdas de la prisión, sino con el común de los presos en el pueblo.

La rutina de los presos políticos era trabajo duro durante casi todo el día, como abastecer de leña a la cárcel y al pueblo, la cual no solo cortaban con hachas, también las cargaban hasta un tren a vapor que las transportaba.

El final de la 'cárcel del fin del mundo'

En los años venideros surgieron diversas protestas de la población por las condiciones en las cuales se vivía en la 'Cárcel del fin del mundo' que, en no pocos casos, condujo a la muerte de los reclusos (castigos y torturas).

Sin embargo, todo cambió en 1947, cuando el presidente de entonces, el general juan Domingo Perón la cerró de forma definitiva, siendo cedida a la Armada y fue recién en 1997 cuando fue abierta nuevamente, pero como Museo del Presidio, el cual sigue recibiendo visitantes hasta nuestros días.