Las actuales políticas migratorias de la administración Trump en Estados Unidos han generado que menos niños inmigrantes asistan a la escuela.
En las comunidades latinas de Washington D.C., la rutina diaria de ir a la escuela se ha convertido en un momento de tensión y cargado de preocupación. La intensificación de operativos migratorios y la vigilancia de agentes federales, impulsadas durante el gobierno de Donald Trump, han generado un clima de miedo entre muchos niños, quienes viven con el temor constante de que sus padres puedan ser arrestados antes de que ellos regresen a casa.
Las consecuencias ya se sienten: escuelas con salones semivacíos, estudiantes con crisis emocionales y familias divididas. Aunque las autoridades de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) aseguran que no realizan operativos dentro de los centros educativos, el temor se extiende por barrios enteros donde la presencia policial es cada vez más visible.
En comunidades como Mount Pleasant, los agentes federales se han vuelto una imagen habitual. Padres detenidos, vecinos deportados y niños que ya no quieren salir de casa son parte del nuevo panorama. El miedo ha llevado a muchos estudiantes, especialmente hijos de inmigrantes centroamericanos, a dejar de asistir a clases, según denuncian profesores y voluntarios.
El miedo a las redadas de ICE paraliza la educación de miles de niños inmigrantes.
La investigación académica también confirma el impacto. Un estudio de la Universidad de Stanford reveló que las redadas de inmigración en zonas escolares provocan una caída significativa en la asistencia y el rendimiento de los alumnos latinos. En algunos distritos de California, las ausencias aumentaron hasta un 22 % tras las operaciones federales.
La política migratoria de Donald Trump ha tenido efectos devastadores en las familias. Miles de niños ciudadanos estadounidenses han quedado separados de sus padres indocumentados. En el caso de una madre guatemalteca residente en Washington, su esposo fue deportado tras una detención rutinaria; desde entonces, sus hijos sufren ansiedad y pesadillas.
Educadores y defensores de derechos humanos alertan que el trauma emocional puede tener consecuencias duraderas. "El miedo se ha instalado en los pasillos de las escuelas", dijo Ben Williams, miembro de la Junta Estatal de Educación. Mientras tanto, padres y voluntarios organizan "autobuses a pie" para acompañar a los menores, intentando que el camino a clase no sea también un camino de terror.